Monday, 14/10/2024 - 12:18
17:34 | 23/06/2019
– ¿Dónde preferís llevar a pacer vuestro rebaño? – preguntó alguien a un viejo pastor de vacas.
– Aquí, señor, donde la hierba no es ni demasiado grasa ni demasiado magra; de otro modo no va bien.
– ¿Por qué no? – preguntó el otro.
– ¿No oís desde el prado aquel grito sordo? – respondió el pastor -. Es el alcaraván, que en otros tiempos fue pastor; y también lo era la abubilla. Os contaré la historia.
El alcaraván guardaba su ganado en prados verdes y grasos en los que crecían las flores en profusión; por ello sus vacas se volvieron bravas y salvajes. En cambio, la abubilla las conducía a pacer a las altas montañas secas, donde el viento juega con la arena; por lo cual sus vacas enflaquecieron y no llegaron a desarrollarse. Cuando, al anochecer, los pastores entraban el ganado, el alcaraván no conseguía reunir sus vacas, pues eran petulantes y se le escapaban. Ya gritaba él: “¡Manchada, aquí!”; pero era inútil; no atendían a su llamada. Por su parte, la abubilla tampoco podía juntarlas, por lo débiles y extenuadas que se hallaban. “¡Up, up, up!,” les gritaba; pero todo era en vano; seguían tumbadas en la arena. Esto sucede cuando no se procede con medida. Todavía hoy, aunque ya no guardan rebaños, gritan: el alcaraván, “¡Manchada, aquí!,” y la abubilla. “¡Up, up, up!.”

 



Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *